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jueves, 23 de junio de 2011

Me repite la pregunta ?

Cuando comienza a llegar a uno un pensamiento el cuerpo se torna duro la nuca entorpece los movimientos de la cabeza que intenta acomodarse al cuerpo. La cabeza hace peso en el cuerpo, casi comienza a tener vida propia mientras los ojos viajan de un lado al otro del espacio buscando entre los controles del cerebro. Pasa por la mentira, la duda, el consuelo y salta de un hemisferio a otro escudriñando una respuesta, como si el cerebro la tuviese incrustada en algún rincón desconocido o en el espacio designado a las cosas olvidadas. La lengua se activa sola mientras la búsqueda se produce y dice palabras que no debería decir sino hasta que el pensamiento esté completo. En esta etapa, es cuando las personas dicen lo que son, es la etapa manifiesta que no pocos pueden controlar.


Los que controlan la lengua o desvían las palabras mientras escudriñan nuevas y posibles respuestas son los mentirosos. Hábiles personas que confunden al oyente con esquivas palabras que no responden a la dictadura del cerebro.

Todos los demás, hablamos mientras pensamos y luchamos por armar una coherencia entre la lengua y el pensamiento que se esta gestando.

Están los que piensan, callan y resuelven en pocos segundos un pensamiento usando alguna técnica o repitiendo frases ajenas, esos son los habilidosos que conquistan y agradan en reuniones, incluyendo a veces simpáticas palabras o humoradas que se acompañan con un rostro sonriente.

Se acerca un hombre que, mientras todo esto ocurría estuvo pensando pero no había mostrado su lengua hasta entonces, y aquí un señor o una mujer que pone en ridículo a los demás cuando habla.

Llega a la casa un hombre que estaba ajeno a la disputa verbal y al ser consultado se toma unos segundos para hablar, luego dice cosas maravillosas, que satisfacen a los demás, este es el hombre culto y medido en palabras, el que habla poco y dice mucho.

Cuando se hace muy tarde un par se han retirado de la noche y se concluye que deben preguntarle a alguien al cual pocos conocen y llaman por su nombre de pila pero que no está entre los presentes. Para conocerle hay que ir donde él está. Ese que no está y del cual todos quieren su respuesta es el hombre sabio.

Antes de que se haga muy tarde otros pocos abandonan la sala y luego la casa. Son los que recuperan su libertad en la calle pero caminan observando el suelo y reflexionando como si lo vivido fuese un film hollywoodense.

Ahora, en la casa se empiezan a aburrir y al menos unos de los que se ya se debería haber ido aun está sentado incómodamente, casi como esperando que la única mujer rescatable que perdura viva le haga un guiñe y le proponga algo indecente. Es el que dijo cosas poco comprometidas pero que intentó ser destacable en sus decires. He aquí el perdedor de la noche que vuelve a su casa silbando bajo y casi satisfecho, total, ya habrá otra oportunidad.
De los que restan, algunos piden más vino y otros propones juegos de cartas.


La noche ha terminado y ya solo quedan dos personas. El último en retirarse siente culpa por irse abandonando al que quedará en soledad y finalmente el dueño de casa, es que se cuestiona si limpia los ceniceros ahora o lava las copas mañana.
Las reuniones en lugares desconocidos con gente inapropiada dejan estos sentimientos.
Nos prometemos no volver a pasar por situaciones similares pero de eso no se puede estar seguro nunca. Seguramente habrá una nueva reunión a la que querremos asistir como revancha y llevando en los bolsillos del cerebro algunas propuestas elaboradas.

Vendrá la noche de las sorpresas en la que los hombres intenten agradar a las mujeres presentes mostrándoles sus habilidades.

El músico lleva la delantera.
El cantante seduce.
El pintor pierde.
El actor se enamora rápidamente.
El humorista entretiene.
El escritor aburre.
El chanta se lleva la mejor mina.
El carilindo no sabe cual mujer elegir y se le hace tarde.
El bailarín solo baila y en soledad.
El tímido es atacado por el bromista y consolado por las mujeres sensibles.
La mina que esta fuerte se va sola.
La mina inteligente rescata algo de toda la fiesta.
La que está de novia se perjudica. La soltera aclara que así esta bárbara.
La problemática no se divirtió.
La flaca se despreocupa.
La gorda se preocupa

Todos se observan y nadie se anima. Se hizo tarde y algunos quieren recuperar el tiempo perdido usando alguna técnica arrebatada o fingiendo que lo suyo es lo mejor de la noche.
Casi sin querer los que antes estábamos mezclados en un solo éxtasis de reunión pasa a transformarse en dos grupos claros.
Por un la do los hombres que como en un manotazo por no sentirse mal y para cumplir su rol de machos se dispersan y comienzan batallas entre sus pares. Todo vale, desde la humillación hacia el otro hasta la descalificación. Los secretos van y vienen pues hay que desarmar al rival.

Del otro lado las mujeres, que sin programar nada están ahora sentadas todas juntas en fila como exhibiéndose en una vitrina.
Muchas saben quién con cual, otras dudan y habrá también la gran perdedora.

En el medio, el que se emborrachó para evitar ser perdedor.
Afuera, el que está conquistando y la que se deja conquistar.
Más tarde la verdad y por último la realidad.

Ya podemos volver a casa a escuchar una canción, nuestra misión ha sido cumplida.

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